Parece que, hoy, lo que cuenta es que un encargo esté entregado. El cómo es secundario: se hace lo mejor posible lo antes posible y, si hace falta, ya se arreglará más tarde… O no.
La relación con las agencias
Cada vez son más las agencias de traducción que, en aras de la productividad mal entendida, están automatizando sus procesos para «librar» a sus trabajadores de la arduísima labor de asignar cada encargo a la mejor persona para la tarea.
Antes, no hace tanto, los gestores de proyectos conocían casi personalmente a cada uno de sus traductores: sabían qué experiencia tenía cada uno, sus aficiones e intereses, y sus puntos fuertes y flacos. Así es como creaban una cartera de colaboradores de confianza.
Y así es como sabían en qué manos poner una traducción sobre maquillaje y belleza, y a quién pasarle otra sobre biogenética. Tenían en cuenta, además, que Fulanito es muy fino con la ortotipografía y Menganita tiende a un estilo más bien académico.
Por eso, cuando el gestor tenía claro de qué trataba el proyecto y cuál era la finalidad y las instrucciones del cliente, se ponía en contacto con uno u otro y negociaba la entrega.
Ahora, en cambio, muchas agencias funcionan según la premisa del primero que llega, ese la calza: después de subir el trabajo al servidor, envían un mensaje automático a varios lingüistas. El que antes responda, se queda con el encargo.
En Verbaclick creemos que esta manera de proceder conlleva varios problemas de calidad. Para empezar, el hecho de que tantos lingüistas traduzcan a un mismo cliente crea una multiplicidad de voces y formas de expresar los mismos conceptos. Cada persona tiene su estilo, por lo que el tono nunca llega a ser homogéneo.
Por otro lado, cuando las traducciones se reparten entre tres, cuatro, cinco lingüistas, ninguno de ellos tiene una visión global de la actividad del cliente. Este detalle no es baladí: muchos documentos y campañas se remiten los unos a los otros, o incluso repiten lemas o consignas directa o indirectamente. Si el traductor no tiene constancia de que aquello ya se ha traducido —o cómo se tradujo—, la referencia cruzada puede perderse o se pueden generar incongruencias.
Los sistemas automatizados
Otro de los problemas del sistema automatizado de asignación es la falta de diálogo con la persona que realmente va a realizar la tarea. No es lo mismo traducir texto seguido que un documento formado por frases independientes: un profesional sabe que siempre —siempre— hay que ver una muestra y calcular más margen para cierto tipo de encargos, como los que tienen límites de caracteres o los artículos llenos de datos históricos, entre otros.
Pero, ante la urgencia y la incertidumbre de si otra persona va a llegar antes, muchos traductores acaban por aceptar trabajos que ni siquiera han visto. Evidentemente, como no han podido evaluar su capacidad y disponibilidad real para llevarlo a cabo en condiciones, es probable que acaben por pillarse los dedos.
Ahí es cuando empiezan los retrasos en la entrega, los errores evitables (por falta de investigación o revisión) o las traducciones que, pese a ser correctas, no tienen «gracia» o, simplemente, suenan a traducción…
En definitiva, poner los proyectos en manos del más rápido en lugar del más adecuado no solo es una falta de respeto para con los profesionales que se preocupan por hacer las cosas como es debido. También es una mala inversión para el cliente que paga, que consigue textos apresurados y poco personalizados.
Al fin y al cabo, ¿acaso el valor añadido de una agencia no es gestionar los detalles de cada traducción y hacerlos corresponder con los lingüistas idóneos? Puede que tratar las traducciones como si fueran productos manufacturados consiga una mayor productividad, pero ¿a costa de qué?
Cuando trabajamos según nuestros valores, los resultados siempre son mejores. Por eso, Verbaclick apuesta y apostará por la colaboración estrecha, la implicación y la labor transversal de gestores y lingüistas.